En el patio trasero de la casa de Sylvia Bernstein viven más de 120 peces, los que sólo por existir permiten que ahí crezcan tomates, pimientos, pepinos, hierbas y puerros. El sistema que instaló esta estadounidense en su invernadero se llama acuaponía, una combinación entre hidroponía y acuicultura.
Imitando los procesos naturales de las corrientes de agua, la acuaponía integra el cultivo de peces con el de plantas sin la necesidad de tierra. El agua del estanque de los peces, con sus desechos, sirve como fertilizante para las plantas, que absorben los nutrientes y la purifican para que vuelva limpia al estanque.
"Tienes un jardín sin malezas y sin plaguicidas ni químicos, y ahorras hasta un 90% de agua de riego", cuenta Bernstein, quien enseña acuaponía en el Jardín Botánico de Denver, en EE.UU.
El sistema casero de Sylvia es uno más de los aproximadamente 1.500 que existen en su país, donde al igual que en Australia, Canadá y México, esta técnica se vuelve cada día más popular. Y si bien aprender a manejarla no es difícil, se deben tener en cuenta ciertos cuidados, como revisar durante el día el pH y la temperatura del agua y su nivel de amoníaco, proveniente de los excrementos de los peces, y que en exceso puede matarlos.
James Rakocy, director de la Estación Experimental de Agricultura de la Universidad de las Islas Vírgenes, ha estudiado la acuaponía por 33 años y ha desarrollado un sistema industrial con el que produce cada año cinco toneladas de tilapia y de lechuga y albahaca.
Si bien cree que la acuaponía como alternativa comercial aún está en sus inicios, confía en que tendrá un gran desarrollo durante la próxima década. "La necesidad de vías alternativas para la producción de alimentos va a ir creciendo debido al aumento de la población, a los efectos del cambio climático en la agricultura tradicional y porque los suministros de agua van a ir disminuyendo", explica.
Aunque en Chile aún se sabe poco de esta tendencia, la industria salmonera no la descarta. "Habría que evaluarlo, pero la producción de salmones es tan intensa que no veo integrada otra industria de manera tan directa", dice Luciano Rivas, representante de Salmón Chile en La Araucanía.
En la sala de clases
Rakocy agrega que en EE.UU. son cerca de mil las escuelas que usan la acuaponía para estudiar química, física y matemática.
En Chile, el colegio Santa Teresa de Los Andes, de Puerto Aysén, también instaló su propio sistema acuapónico para cultivar lechugas y truchas, con lo que obtuvo el primer lugar en el Congreso Regional Escolar de Ciencia y Tecnología en 2009.
"Ellos son los responsables de que las truchas vivan o no vivan, que las lechugas crezcan o no crezcan. Esa responsabilidad que les introduces a los niños hace que los proyectos funcionen mejor", cuenta Claudia Lizama, profesora de química a cargo del proyecto.
Lizama recalca que este trabajo involucró a toda la comunidad escolar: "Todo lo logístico lo veíamos con los niños de media, mientras que la alimentación de los peces estaba a cargo de los niños de cuarto, quinto y sexto básico".
La idea surgió como un proyecto científico, pero con el tiempo notaron que estaban frente a una solución tecnológica. "Uno de los grandes problemas que tienen las industrias salmoneras son los desechos de los peces, que se van al fondo y provocan que los lagos y ríos se vuelvan zonas pantanosas. Éstos se podrían colectar y hacer una acuaponía con algún tipo de vegetal", propone.
FAVORITOS
La tilapia es el pez más usado en acuaponía. También la trucha, los cangrejos y las langostas de río.
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