Prólogo
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Como buen extranjero, Paz es capaz de ver cosas que los locales
no ven y, como buen inmigrante, aprecia lo que nosotros somos
incapaces de apreciar. Sergio se emociona y fascina con Santiago
porque Santiago le dio algo que ninguna otra ciudad del mundo
le ha dado: lo convirtió en el gran Sergio Paz de Chile.
Así las cosas, Santiago Bizarro es el libro (¿novela
gótica urbana?, ¿crónica de no-ficción
con un poco de ficción?) que tenía que escribir.
No podía evitarlo, era su destino. Es algo así
como el piso que tenía que pagar para continuar su viaje.
Además, desde que lo dijo, en una fiesta, quizás,
o algo tomado, y por escrito, no sé, ha pasado mucho
tiempo. Uno veía a Paz y la pregunta lógica era:
¿Cómo va “Bizarro”?, a lo que él
respondía “Puta, muy bizarro”.
Después de años de trabajo, este excéntrico,
divertido y energético libro está finalmente listo.
Es el primer paso que lleva a Paz desde el ACÁ (el periodismo)
hasta el ALLÁ (la literatura). Porque Paz es, ante todo,
un escritor, aunque no creo que la ficción sea lo suyo.
No lo necesita. Paz transforma todo lo que ve a través
de su particular prisma. De una manera casi vampiresca, transforma
esa realidad, o a ese otro ser, en algo propio. No lo puede
evitar: el mundo se vuelve Paz y los personajes que entrevista
se transforman en sus aliados, en sus hermanos, en las huestes
que conforman el gran ejército de liberación por
la paz.
Al terminar de leer Santiago Bizarro uno se queda con la sensación
de que esta ciudad es bizarra pero, ¿de verdad es Santiago?
¿Existe todo esto? ¿O es que Paz se volvió
loco? ¿De verdad ha ido a estos sitios? ¿Los vio
con sus ojos o los inventó? Dicen que uno ve lo que quiere
ver y Paz eligió ver estas cosas en Santiago porque,
y aquí viene lo genial y lo más respetable de
todo, la insólita y mágica y friqueada ciudad
que se articula en estas páginas no es otra que la ciudad
que Paz quiere, la ciudad en la que él –y sus lectores-
deseamos vivir.
Todos estos sitios existen. Eso no es lo genial del libro. Lo
verdaderamente apabullante es que también existen miles
de otros que simplemente no alcanzan a iluminar el imaginario
de Paz. Así las cosas, y en un abrir y cerrar de ojos,
desaparecen. Queda lo raro, lo insólito. Queda lo que
le interesa a Paz.
No preguntes lo que tu ciudad puede hacer por ti, pregunta qué
puedes hacer por tu ciudad. Paz hizo este libro. Patricio Mekis
le regaló a Santiago el Paseo Ahumada y, ahora, Joaquín
Lavín hasta construyó una playa. Paz, que no ha
sido elegido por nadie y, sin embargo, es quizás una
de los pocas personas que de verdad se puede tildar de elegido,
le regala a Santiago este libro. Sus habitantes debemos estar
agradecidos porque al cerrar Santiago Bizarro de inmediato uno
siente que vive en una gran ciudad. Uno siente que aquí
se puede ser feliz y divertirse. Que a esta ciudad, y a nosotros,
no nos falta tanto. Pedro de Valdivia quizás fundó
la ciudad, pero Sergio Paz la hizo bizarra. La historia, es
de esperar, no olvidará este suceso.
Alberto Fuguet
Santiago de Chile
Diciembre, 2002
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